La idea de un Dios “cercano” me agrada. El solo hecho de imaginarme un Dios “amigo” me alegra el día inmediatamente. Un Dios al que puedo tratar con “confianza”… A quien no le gusta la idea?. No es casualidad que mi versículo favorito de la escritura desde el mismo momento en que di mis primeros pasos en el evangelio sea: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Sin embargo, desde hace varias semanas una convicción dispara balas de cañon a mi corazón.
En las relaciones humanas siempre se dice lamentablemente (lamentable por lo acertada que suele ser la frase en muchas ocasiones) que “no hay que confundir la confianza con el abuso”. Cuantas amistades se han perdido a lo largo de la historia por amigos que comenzaron siendo sinceros y sin explicación se pusieron el atuendo de abusivos y se excedieron en el peso de una amistad a costa de desmedidos “favores” sin un “gracias” en retribución o peor aun sin un “que puedo hacer por ti” la próxima vez. Ni de cerca sugiero que la amistad sea o deba ser una relación parasitaria (cuanto saco yo, cuanto obtengo yo de mi contraparte) sino más bien una simbiosis que edifica lazos fuertes entre mi amigo y yo. Abraham por ejemplo recibe en la Palabra un titulo envidiable “Amigo de Dios”. El le creyó a Dios y gracias a su justicia se paseaba por la casa mostrándole a Sara cada vez que podía el pin en su túnica que decía: “BEST FRIEND OF GOD”.
Siempre oigo decir a la gente… “puedo contar con los dedos de una mano los amigos verdaderos que tengo (y me sobran dedos)”. Bendito sea Jesús ese no es mi caso. Tengo montones de amigos… los considero verdaderos. Siempre han estado ahí… siempre! No importa si hablo con ellos todos los días o una vez cada década. Siempre son los mismos. Al tener tiempo sin hablar o vernos nos ponemos al día en dos segundos sobre lo que nos ha pasado desde la última vez y al segundo siguiente todo es absolutamente fluido. Sé que puedo contar con ellos y con ellas sin dudarlo, por eso la confianza es clave en nuestra relación. Nos hacemos confidencias que a nadie mas le haríamos, no nos reservamos ningún secreto personal (siempre que no exista alguna limitación relacionada con la fama o la situación de otras personas… porque calificaría como “chisme”). En fin puedo ser como el agua con ellos. Transparente como un cristal. Con todas mis fuerzas pongo mi empeño para que se sientan de igual manera conmigo y los que son mis amigos creo, podrían confirmar lo que digo aquí. Pero cuesta… cuesta reverencia y cuesta respeto. La confianza que me tienen no es una tarjeta de crédito platinum contra la que puedo girar mis caprichos, mis arranques, mis modos, imponer mi manera de pensar, obligarlos a ajustarse a mis decisiones sin discutir. Asi defino yo la amistad. Hoy abro una tarjetita como la que le dan a los presentadores en los premios y digo: El titulo de amigo va para: ____________________ (ahí va el nombre de mis amigos y amigas… no se preocupen ellos saben todos y todas quienes son). El temor a perder esa amistad o el principio de cultivar los vínculos de esa amistad esta en la reverencia y en el respeto. Esto ultimo se lo escuche a mi tío José de los Santos Rodríguez, él es pastor de la primera iglesia evangélica libre en Maracaibo (PIELM) y me encanto. Tengo días atrapado en esa frase: TEMOR DE DIOS es Respeto y es Reverencia. Si quiero ser amigo de Dios mi deber es cultivar los vínculos de esa amistad y mostrarle a El todo mi respeto y toda mi reverencia jamás confundiendo toda la confianza que deposita en mí con “licencia para no cambiar”
No quiero ser un amigo de bajo precio. Quiero ser amigo de Dios de alto valor. Exactamente como lo era Abel. En el libro del Génesis se puede entender que eran amigos porque Dios miraba con agrado lo que Abel hacia. No se relata los “precios” que Abel pagaba, sencillamente a Dios le complacía la persona de Abel. Su hermano Caín también fue creado por Dios, no dudo que también a él lo amara tanto como a su hermano pero interesantemente la ofrenda de Cain a Dios no le agrado. Primera enseñanza: Nos han enseñado acertadamente que a Dios nos debemos acercar tal cual somos y Dios nos acepta así, nos ama así, nos recibe así (lean Lucas 15: 11-32) pero nos encanta olvidar que antes del versículo 11 dice que: “Dios y sus angeles se alegran por un pecador que se ARREPIENTE”. Y el arrepentimiento esta inevitablemente ligado a un proposito de enmienda, o sea un cambio. Pensamos que como somos iracundos Dios debe aceptar nuestra ofrenda bañada en mal carácter. Como somos lujuriosos a Dios no le importan nuestras ovejas en holocausto con perfume de sexualidad desordenada. En vista de batallar sin éxito con nuestra lengua presta a la crítica y el chisme nuestra canción desafinada por el veneno de nuestras palabras contra el prójimo debe ser recibida delante del trono porque: “Dios entiende…” o “Dios me ama como soy…”. Como somos mentirosos “de piedad” metemos en el molino de nuestras oraciones nuestras virtudes junto con nuestra inclinación a no decir siempre la verdad, o a veces la verdad, o a veces no toda la verdad porque “igual llegara a los oídos de Dios, además son mentiras blancas apenas”. Yo no quiero ser eso… No quiero ser el amigo discapacitado (con todo mi respeto a los discapacitados) aquel que quiere y puede ser excelente pero se conforma con “mas o menos”, el que puede crecer en la virtud pero se tiene auto-compasión bañándose con un pequeño envase en las orillas del charco de lo mediocre.
Me gusta un Dios amante, cercano, amigo, que entiende si caigo pero que inmediatamente ve mi deseo apasionado de no fallarle mas. Siempre quiero vivir dispuesto a pagar el precio. ¿Por qué? Si la salvación es gratis. Sencillamente porque Dios me amo primero y al final de cuentas porque sencillamente es lo que DIOS SE MERECE… Gente mas crecida en la fe podrá debatir que no voy a ninguna parte con esta tesis porque no puedo hacer nada para que Dios me quiera mas ni nada para que Dios me quiera menos. Es verdad, pero Dios se complace (pienso yo) en conseguirme tratando de dar la “buena batalla de la fe”, el enemigo tienta 24/7 y la segunda carta de San Pablo a los Corintios, capitulo 2, versículo 11 me recomienda estar atento para que ese malvado no saque ninguna ventaja sobre mi y me insta a que mejor no ignore sus maquinaciones. Amigo prevenido vale por dos…
Ayúdame Jesús… quiero ser tu amigo y que mi ofrenda sea como la de Abel. Si te sonríes aunque sea un poquito ya me retribuiste el esfuerzo.
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