Escribire en esta entrada una confidencia de mi vida personal y matrimonial. Desde que nos casamos… Yessica y yo establecimos una especie de pacto, más bien una costumbre que tratamos de respetar mutuamente por la buena salud de nuestro matrimonio. Los martes a partir de las 5-6 de la tarde son nuestros. Procuro no tener ningún compromiso ni de trabajo ni personal sin que ella no este involucrada. Tenemos gran autonomía para asumir compromisos tanto individuales como en pareja los 6 días de la semana pero los martes ni ella ni yo decidimos nada sin antes preguntarnos. No hay rituales, ni formulas ni siquiera actividades especiales… Desde ver televisión juntos hasta ir al mercado para comprar lo necesario para unos sandwiches antes de irnos a dormir… pero una cosa es segura: Los martes de cada semana (salvo contadas y justificadamente necesarias excepciones) estamos juntos. La tarde del martes 5 de abril de 2011 no fue la excepción… Ese día hicimos algo bastante fuera de planes y la mañana de ese día, lo ultimo que se me paso por la cabeza (o la de ella) era que estaríamos juntos en una sala de emergencia el día que, en todos mis 36 años estuve más cerca de morir. No quiero aburrir con detalles médicos solo mencionare el diagnostico: APÉNDICE ESTALLADO QUE DESEMBOCO EN UNA FIERA PERITONITIS que estuvo a punto de arruinarlos el resto de todos los martes que Dios nos tenía preparados en nuestra existencia. No le añado drama a la situación como si fuera un recurso literario. Yo tengo una gran certeza en mi corazón que ese día pude haber muerto. Hace unos días recordé con mis amigos Robert, Deborah, Ana y Oscar lo difíciles que fueron esos momentos. Temblando de dolor en una camilla le pedía a Dios que se hiciera cargo de Yessica y mientras era llevado a quirofano por los pasillos del Florida Hospital Kissimmee a una velocidad que creo era proporcional a mi cuadro clínico cantaba con mis labios entreabiertos “Cuan Grande es Él”.
Tenía miedo de no haber podido decirle a Yessica todo lo que debí decir y a lo difícil de mi situación se sumaban las angustias que a toda mi familia le causaría saber que estábamos aquí recién llegados a Estados Unidos y con un problemon mucho mas grande del que humanamente nuestras fuerzas hubieran podido manejar. Aprendí que “Dios no se deja ganar en generosidad” y hoy 30.456 horas después puedo decir:
DIOS ES BUENO
Esta tarde reviví esos momentos mientras esperaba en la oficina de “Osceola Tax Collector” para hacer un tramite rutinario. Me surgió una pregunta de esas que inyectan un escalofrio en la columna vertebral y que van subiendo hasta el cuello. Y si no hubiera salido todo bien? Seguiría diciendo hoy, 1200 días después: “Dios es bueno”?.
La respuesta puede tener opiniones divididas… Ambas se ven modificadas o influenciadas por la fe y el concepto que manejemos de la bondad de Dios.
Pero soy lo que soy porque Dios fue bueno conmigo; y su bondad para conmigo no ha resultado en vano… (1 Corintios 15:10)
No soy ejemplo para nadie… Me avergüenza cada vez que alguien elogia algún comentario mio en asuntos de fe porque yo conozco perfectamente a esa persona que vive dentro de mi llamado Juan Carlos, voluntarioso y malcriado como nunca he conocido otro igual. Pero sería cometer pecado si no reconociera en mi vida el favor de Dios que en no pocas ocasiones, me empuja a hacer el bien sin medir consecuencias ni calcular los riesgos o los beneficios de mis acciones movido por el Espíritu Santo.
Todo aquel que no reconozca que Dios ha sido bueno con el o ella esta desterrado de esta verdad tan plena y liberadora que es el favor constante e inconmovible de Dios a cada minuto que pasa. En lo bueno que nos pasa, pero también no solamente en lo no tan bueno sino en lo inevitablemente malo. Hemos perdido la fe en que Dios es bueno siempre y comprado la campaña de descrédito del príncipe de este mundo que pregona: “Dios es bueno solo cuando pasa lo que yo esperaba que pasara”.
No se ve a mucha gente cantando a Dios durante un funeral… O sonriendole a la Providencia Divina el día que nos quedamos sin trabajo. Pocas veces se agradece a Dios cuando recibimos noticias de que ese diagnostico medico confirma nuestras peores sospechas. En todas esas circunstancias y dos mil mas Dios sigue siendo bueno y obra lo que es mejor para nosotros. Me tocó salir del hospital una semana después con tres heridas pequeñas en la panza y una pavorosa hemorragia de facturas medicas que ni todo el salario del año podían pagar… Hoy, tres anos despues recordé lo que esa tarde me preguntaba: Dios es bueno para nosotros siempre… Tenemos fe en su acción sabia y soberana en nuestra vida y la vida de los nuestros. Tenemos fe en la gente y en que existen instrumentos que Dios usa para mostrarnos Su cuidado.
El Santo Espíritu no dejaría que mis conclusiones se entretuvieran en lo meramente humano. Mi tramite en la oficina recaudadora de impuestos toco en el escritorio numero 26. Como casi siempre sucede (al menos en mi caso) el funcionario que me atiende no quiere conversar conmigo… Me hace las preguntas de rigor. 4 “yes”, 1 “no”, 1 “I will use a VISA card” y 1 “thank you very much, have a good one”, me llevan a puerto seguro con el tramite. Sin embargo, En el escritorio numero 25 otra historia muy diferente esta en desarrollo: Un muchacho de 16 años esta sacando su “learner’s permit”, esta nervioso. Su hermanito pequeño juega entre las piernas de mamá con un Nintendo DS en la mano. La mamá pareciera no estar gozosa de saber que en minutos el otorgamiento de esa licencia se traducirá en un aumento bestial en el seguro del automóvil y las batallas que librara por mantener “bajo perfil” los trillones de veces que su hijo le pedirá: “yo manejo mami… Anda déjame”. Sin embargo, su sonrisa confirma que es un paso inevitable, así que, mejor tomarlo con buen animo. Charles un señor afroamericano le pide que vea a la cámara y cuando decide apretar el obturador este muchacho recuerda: “es una foto… estaré peinado?… ” La foto sale movida y la vergüenza por ser preso del miedo le dibuja una mueca en la cara.
Todo esto sucede mientras mi funcionario esta tecleando ininterrumpidamente en su computadora de dos monitores. Cuando por fin sale la foto llega la hora del pago. Charles le dice en ingles son 31 dolares. La mama replica al muchacho en español… “Tu me dijiste que eran 25 pesos”. Cuando este pobre adolescente estaba convencido que pisaba la tierra prometida le echaron un “sacudon” verbal, mamá dice: “Déjelo así, nos vamos”.
No pude evitarlo… El tramite de la estación 26 no era tan emocionante como el de la 25. Le dije a Charles sin pensarlo: puedo pagar los 6 dolares yo?. El muchacho le grita a mamá (quien ya tenia un pie en la puerta de salida): Mamá, el lo va a pagar!!!. Charles dijo que si y mi joven compañero volvió a la tierra que mana “gasolina y asfalto” (en vez de “leche y miel”). Me dio la mano y me agradeció… Solo dije “God bless…” Pero quien robó toda mi atención fue su mamá… cuando me vio, parecía que estaba frente al hombre que acababa de abrir un fondo para el college de su muchacho.
No creo que fueron los 6 dolares (presumo que su reacción hubiera sido la misma si hubieran sido los $31 completos) me parece que mi pequeñita acción le restituyo a esta buena señora la fe en Dios (y quien sabe si en la gente). Y mientras le pedía a Dios que no permitiera que esa noche pensaran que fue la bondad de un desconocido que les completó 6 dolares… Sino el cuidado amoroso de un Dios que pone a gente muy falta de virtud como yo para mandar un claro mensaje a quien tal vez tenga tiempo sin recordarlo o sentirlo… “YO SOY BUENO”, se me salia una lagrima frente a mi funcionaria que ya había completado mi aburrido tramite y me devolvía mi tarjeta de crédito.
Cuando volví al carro no pude evitar pensar una vez más…