Hace mas de dos años y medio, el 5 de diciembre de 2013 escribí una entrada… Se llamó 1124 días (si quiere leerla, le ayudará a entender esta antes de seguir. Haga clic AQUI). El destierro duro 5 años, 7 meses y 2 días. Es algo que vale la pena mencionar luego de un año de silencio. Volví a tener a Jesús Sacramentado en mis manos el 9 de junio de 2016 en St. Joseph’s Chapel en mi trabajo, el Centro Pastoral de la Arquidiócesis de San Antonio. Ni siquiera intentaré describir mi gozo. Fue accidental, no lo esperaba no supe que serviría como ministro ni 2 minutos antes de que sucediera. Como aquella primera vez, mi corazón latía tan fuerte que por momentos tuve miedo de que mis latidos se escucharán a través del televisor (la misa se televisa todos los dias a través del canal de televisión arquidiócesano Catholic Television of San Antonio -CTSA-).
Fue tan fuerte, tan real… Fue como la primera vez. Fue uno de esos momentos en los que odias “la costumbre” porque es justo ahí cuando recuerdas las muchas veces que pudiendo haber servido no lo hiciste y como sucede en cualquier actividad humana, en los sentimientos, en las relaciones, en las experiencias: la primera vez que lo vives, sientes que el alma se te escapa si abres la boca… Imposible explicar la emoción, el sentimiento… Luego viene una segunda y una tercera y una cuarta vez y lo que antes te dejaba sin palabras se vuelve rutina y te contagias de “costumbre”. Ahhh pero esa mañana fue como la primera vez.
Hoy en Misa, al comulgar Jesús me lo recordó otra vez. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el adjetivo NUEVO como “Que se percibe o se experimenta por primera vez”. Jesús le dijo a mi corazón: “Juan, yo hago todas las cosas nuevas”… Falto poco para llorar especialmente por lo que mi corazón sintio segundos antes de recordar esa realidad maravillosa. Atendemos desde hace tres semanas a una parroquia al nor-oeste de San Antonio en la cual un sacerdote amigo es párroco… Me gusta mucho su predicación así que tenemos la firme intención de continuar yendo. Antes debo decir con respecto a la Liturgia de la Palabra que es esencial para mi, tanto como la de la Eucaristía… Por eso debo admitir que soy “exigente” y “critico” cuando de eso se trata… Aunque esta permitido por el Derecho, no me encanta la idea de un Diácono predicando el sermon dominical… Aunque hay muchos que predican muy bien soy, si se pudiera decir, un chapado a la antigua pues me gusta una homilía sólida, desafiante y cautivadora en la voz del párroco. Seguramente por “malacostumbrarme” a un predicador como P. Roberto. Como sea, oir a un diácono predicar tampoco es malo… Exagero como si fuera un recurso literario. El caso es que esta tarde no presidió el párroco y predicó un diácono… Me malhumoró un poco y me predispuso (debo admitirlo con vergüenza). El evangelio de este fin de semana es, como siempre una joya:
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” Lucas 11: 9-10
Esta semana cosas importantes sucederán con respecto a nuestro futuro en los Estados Unidos… Y me dí cuenta que tenia que asumir todo un una fe sencilla… Una fe “nueva”. La enseñanza no estuvo en todo eso, solo comparto un poco de lo que pasó antes de sentir a Jesús decirle a mi corazón lo que explique más arriba.
Esto es lo que sucedió: la banca donde nos sentamos estaba muy cerca del ministro de la Sagrada Comunión. Era una mujer jóven… Al recibir la Hostia y comulgar con la Sangre pasé de vuelta a mi lugar… Luego de dos o tres cosas por las que oré y dí gracias, accidentalmente miré los pies de la ministra que me había dado la Comunión… Tenía tatuado en la parte interna de su pantorrilla algo que a la distancia, parecía una hoja de marihuana. Me turbo!!!
Mi reacción primaria fue querer juzgarla… Mi cerebro elaboró una oración que Jesús, presente ya en mi corazón al comulgar, no me dejó terminar: ¿que falta de criter…. Y ahí llegó el: “JUAN, YO HAGO TODAS LAS COSAS NUEVAS”. No fue un regaño, fue una corrección como sólo Dios la puede hacer. En vez de avergonzarte, te hace sonreir. Despues sin ningún animo de juicio mientras escribía esta entrada me preguntaba si realmente el tatuaje era lo que vi, quizá no, pero agradezco mi confusión si fue el caso para pensar en que cualquier persona sin importar su historial por horrible que fuera puede acercarse a Señor Jesucristo para que como lo ha hecho conmigo haga todas las cosas nuevas…
Como si fueran la PRIMERA VEZ!
Celebro tu vuelta! Has de tener un arcángel de la guarda guiando tus pasos. Dios te bendiga y siga derramando gracias por tu medio.
Un abrazo desde Madrid.